Angú es un mecanismo de defensa que yace en el subconsciente de Alma, pero se ha desprendido de su mente y se ha hecho presente en modo “amigo imaginario” para protegerla del ambiente hostil en el que Alma se ha encontrado toda su vida gracias a la perversión y envidia de su hermana. Sin embargo, esta capacidad prolongada hasta su adolescencia ha ocasionado que Alma sea diagnosticada con esquizofrenia y quede atrapada en un psiquiátrico a manos de un médico poco ético durante una década.
Debido al empleo de tratamientos y medicamentos experimentales, Angú no puede acceder a Alma y su desesperación genera un ambiente turbio y misterioso en el psiquiátrico. La única esperanza está en manos de Roberto, un psicólogo recién graduado y mediocre que acaba de entrar a trabajar en el recinto; y Rosa, una anciana que trabaja en cocina, y practica la santería.
No todos los segundos son iguales.
Mientras unos corren fugaces y pasan inadvertidos, otros secuestran lo eterno y permanecen como un huésped que ha olvidado que estaba de paso.
Los segundos, parece, son nómadas hasta que se tropiezan con las desgracias, y como si éstas fueran el escenario y el arte; el tiempo encuentra en ellas una obra maestra que se niega a dejar de espectar, y así, permanece el segundo.
Aunque todos son segundos, no todos son iguales, porque entre ellos están los convertidos en titanes, que se oponen a las voluntades y si ganan el duelo, le servirán a su amo un banquete de almas.
Su amo: la nada, y ellos: los segundos, los sirvientes.
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Viejo, viaja con las manos cansadas,
con sus líneas hundidas en la piel
y con tu vida tallada en el alma.
Viejo, viaja con tus historias en la espalda.
Refresca las fantasías infantiles
Ríe de aquellas pasiones juveniles
Y con un débil soplido, apaga la vela que alumbra los recuerdos maduros que elegiste entre miles.
Viejo, viaja tranquilo, viaja ligero, viaja de prisa y sobretodo, viaja con tu típica risa.
Viejo, ten la certeza que estamos unidos por muchas hilos, y aunque perdimos muchos, nos quedan los que están hechos de infinito.
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Las veces que te he visto, nunca ha sido con los ojos.¿Qué nombre lleva la virtud de estar ausente y presentarse en mil almas?
¿Llegaste tú a mi vida o yo a la tuya?
¿Llegamos?, ¿estamos?
Cómo se llama cuando tienes todas las interrogantes del mundo y al mirarte a los ojos todo queda respondido con lo único que vale la pena: Amor.
Las veces que te he visto, nunca ha sido con los ojos, y la historia que tejemos no tiene hilos de juicio.
Tengo tantas preguntas que hacerte, aún sabiendo que está todo respondido.
Las veces que te he visto nunca ha sido con los ojos, porque el alma sólo se mira con los colores del espíritu.
La historia que tejemos no tiene hilos de tiempo, no tiene hilos de experiencias ni de espacios compartidos.
La historia que tejemos se construye con la mirada del corazón, con los sueños que se dibujan en los instantes de miradas perdidas, con anhelos de tiempos y espacios que nunca existieron pero que de algún modo mágico, seguramente, han dejado huella. Con las sonrisas en el pecho.
Las veces que te he visto nunca ha sido con los ojos. Porque a través de mil almas me enseñaste que puedes viajar de cuerpo en cuerpo y responder mis interrogantes, abrazarme y mirarme aún cuando tus ojos están en otra parte.
Las veces que te he visto nunca ha sido con los ojos.
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